BLACK SABBATH: EL ÚLTIMO ADIÓS A SU OBSCURA MAJESTAD

BLACK SABBATH

Black Sabbath se despide de México en su última gira mundial The End, en un concierto que marca ya una historia. Una noche fría y lluviosa sería ideal para esta despedida.

Texto y Fotos de Rogelio MATAMOROS

BLACK SABBATH
El día en que Black Sabbath se despediría de México por supuesto que no iba a estar soleado.

La incesante lluvia de los días anteriores y todos los pronósticos climáticos convencieron a los asistentes de que, para despedirse de la banda epítome del heavy metal, tendrían que pagar un cargo extra aparte del precio de su boleto y por eso los impermeables o la idea de mojarse fueron el accesorio obligatorio de la noche.

La emoción de hace tres años por ver por primera vez a Black Sabbath con Ozzy Osbourne en nuestro país, en esta ocasión se convirtió en la morbosa atracción por acudir a un funeral, al de un ser muy querido. La crónica de la muerta anunciada de Black Sabbath (al menos en la configuración de esta noche), volcó de nueva cuenta a una multitud que hace muchos años no se apersonó en los conciertos que la banda ya había ofrecido por territorio mexicano.

A pesar de las enfermedades, la corrosión física ante el imparable avance del tiempo y el evidente fastidio, es claro que lo único que se retira esta noche será la sobre exposición mediática que la banda gozó durante estos años recientes.

De tal forma que la ciudad amaneció nublada y llovió de manera incesante durante buena parte del día. Pero misteriosamente dejó de hacerlo por la tarde y bajo esa amenaza nos dirigimos al lugar del sabbath. El Foro Sol de nueva cuenta vio pobladas a tope sus instalaciones y desde temprano recibió cálidamente al acto abridor de esta ocasión. Rival Sons es una banda californiana que practica un hard rock de características clásicas muy claras y que entre referencias a Led Zeppelin y Deep Purple cosechó muchos aplausos y gozó de una muy buena recepción.

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Su tiempo en el escenario fue de cuarenta minutos y tras ellos comenzó la limpieza para recibir por última vez a su majestad, a Black Sabbath. Mientras tanto en las pantallas de nueva cuenta aparecería el logo morado de la banda que el mundo conoció en la portada de álbum Master Of Reality.

Las 21:40 hrs. en punto y las tinieblas anunciaron la llegada de los tres apocalípticos jinetes, mientras que por las pantallas corrió el videoclip con las imágenes de lo que metafóricamente sucedió el viernes 13 de febrero de 1970, cuando en Birmingham, Inglaterra, nació el demonio musical que marcó el fin de la era de acuario y que dio aviso de que el rock dejaría de ser inofensivo.

El repique de campanas y los amenazadores truenos en el cielo (entre una lluvia sólo metafórica), indicaron que la misa había comenzado. Sobre el escenario, Tony Iommi marcó el inicio interpretando el infame tono del Diablo y con él condujo el funeral eléctrico de Black Sabbath ante 70 mil feligreses.

Al otro lado del escenario estaba Geezer Butler, el hemisferio derecho de Black Sabbath, quien también hizo lo suyo al bajo interpretando el tritono durante la invocación. La dupla musical más pesada de la historia cimbró hasta el último rincón del estadio, con el volumen descomunal que los caracterizó por todos estos años. La pálida figura al centro era la del Ozzy Osbourne más sobrio y comprometido con la banda cómo jamás pudo imaginarse. Atrás entre tambores, cual maligno espíritu, Bill Ward poseyó diabólicamente a Tommy Clufetos, quien incluso pareció sufrir una transformación física que emuló al percusionista original de la banda, el gran ausente de esta jornada.

Tras el impacto emocional Black Sabbath había empezado su concierto de despedida interpretando su tema homónimo, lo que confirmó que la cosa iba en serio. La Tierra retumbó en su centro y quienes ahí estuvieron saben que fue real. La extraordinaria ejecución de Geezer Butler tenía construida una estructura musical tan sólida, que fue capaz de soportar los solos que Tony Iommi desbordó esa noche. Ni Butler ni Iommi son famosos por su efusividad sobre el escenario, sin embargo esa noche Iommi nos sorprendió con sus aspavientos y vitoreos hacia el público. De igual forma Ozzy cantaría como nunca lo había hecho en México, lo cual ya es mucho decir. Clufetos con una felicidad tal que se contagiaba con tan sólo verlo golpear los tambores como si fuera la última vez que pudiera hacerlo.

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Ozzy saludó y presentó una a una las canciones preparadas para esa noche. Principalmente de sus tres primeros discos, entre éstas, “Black Sabbath”, “Fairies Wear Boots”, “After Forever”, “Into The Void”, “War Pigs”, “Behind The Wall Of Sleep”, “N.I.B.”, “Rat Salad”, “Iron Man”, “Children Of The Grave y Paranoid”; además de dos temas más, del cuarto disco, “Snowblind” y del sexto, “Dirty Women”. Fueron la selección que complació a los más jóvenes y asistentes en su primera vez y dejó un tanto insatisfechos a los que los han acompañado desde el principio de los tiempos; los que sienten que una carrera con veinte discos de estudio quedó mal representada con el set de esta noche. Sin embargo así sería y dadas las circunstancias, cualquier cosa que hubieran tocado habría sido ganancia y un absoluto privilegio por escuchar. También presentó a los integrantes de la banda y por primera vez en la historia de Black Sabbath con Ozzy, el tecladista, Adam Wakeman (hijo de Rick), se haría acreedor a estos honores.

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De manera innecesaria, el vocalista pidió al público que lo acompañara para cantar “War Pigs”. Los compases entre Iommi y Butler fueron algo inaudito, por su volumen e intensidad y generaron un eco que silenció por décimas de segundo al monstruo de las setenta mil cabezas. El coro final de la canción, que Ronnie James Dio instauró a su paso por la banda, retumbó por última vez en este territorio.

La banda de rock más grande de la historia (según algunos de los asistentes), realizó su trabajo con lujo de colmillo musical y con espíritu de emoción por tratarse de la última vez. Los duelos entre Butler y Iommi en canciones como “After Forever” (interpretada por primera y última vez en México) y “War Pigs” enchinaron el cuero y volaron los cabellos de la frente de los asistentes. Los balbuceos del bajo de Butler de introducción a “N.I.B.” (Bassically), sincoparon el ritmo cardíaco de todos y la sublimación guitarrística de Iommi durante toda la noche, pero especialmente en temas como “Black Sabbath”, “Fairies Wear Boots” y “Dirty Women”, varias lágrimas rodaron. Estos fueron momentos de nostalgia que en cuestión de segundos hicieron memorizar la gran cantidad de momentos durante los que Black Sabbath acompañó nuestras vidas con estruendo, musicalidad y oscuridad.

El solo de batería de Clufetos por muy bueno que fuera, sabemos que sólo atendió a la necesidad de tomar aire e hidratarse de los tres músicos de la tercera edad a los que acompaña. Pero unos minutos después el mismo solo dio entrada a “Iron Man” y los riffs de la guitarra de Iommi cortaron la noche y la dejaron mortalmente herida. Su final estaba cerca.

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“Children Of The Grave” alborotó a la multitud con su machacante ritmo y vio a la banda retirarse por unos cuantos segundos, sólo para enfatizar que el encore había llegado. Los dos minutos con cincuenta y tres segundos más famosos de toda su discografía fueron interpretados en medio de un gran alboroto y al mismo tiempo indicaron que este cuento había terminado. “Paranoid”, la canción más célebre de Black Sabbath, la que compusieron en unos cuantos minutos sólo para aprovechar que quedaba cinta libre en el carrete y la única que aún tocan por la radio, salpicó los altavoces por última vez.

Tony Iommi, Geezer Butler y Ozzy Osbourne se abrazaron e invitaron a Tommy Clufetos a despedirse sobre el escenario, mientras que detrás de ellos en la pantalla la leyenda The End indicaba que la proyección de nuestra película de terror favorita había terminado. Hace 47 años la banda adoptó su nombre tras ver que Black Sabbath (la película del mismo nombre), se proyectaba en un cine por el que pasaban diario al dirigirse a ensayar. Black Sabbath (la banda), ha sido también una gran película de terror con muchas secuelas y muchos protagonistas, cuyos resultados han sido variados pero siempre innovadores y cautivadores.

Iommi, es indudablemente el protagonista principal de esta gran historia, la cual al menos en su etapa con Ozzy Osbourne ha llegado a su fin en nuestro país. Obviamente a su lado está el extraordinario Butler, quien frecuentemente ha sido eclipsado por la atención que se lleva el jefe de los riffs. Pero está claro que para un guitarrista como Iommi, sólo podría haber un bajista como Butler.

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A pesar del evidente cansancio que se ve en el trío, el sabbath que recetaron fue como de costumbre, de proporciones épicas, pero nostálgico como ninguno otro. A partir de ahora cualquier evento que surja de los cuarteles de la banda será ganancia.

Un capítulo final del almanaque de Black Sabbath en México se escribió esa noche y el libro se cerró. Y como nunca antes esta frase se pronunciariá con mayor exactitud: “Podemos ir en paz, pues nuestra misa ha terminado”

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