EL HEAVY METAL, LAS INCLEMENCIAS Y OTRAS MENUDENCIAS EN EL FORCE FEST

El heavy metal cobró vida con gran ímpetu en el Force Fest 2018, donde banas como Luzbel, Slayer, Anthrax, Carcass, Thy Antichrist, Sacred Reich, Strike Master y Armored Saint, entre otros, dieron un festín que dejó satisfechos a los comensales, a pesar de las inclemencias. Foto de © Adrian Muñoz

EL HEAVY METAL, LAS INCLEMENCIAS Y OTRAS MENUDENCIAS EN EL FORCE FEST
Dos Jornadas Inolvidables Para Los Metaleros
Por Rogelio Matamoros / Fotos de Adrian Muñoz y Rogelio Matamoros
Sí, soñar con ver un cartel como el que anunció el Force fest 2018 ya es cosa del pasado. Finalmente para México ser parte de los circuitos de giras internacionales de sus bandas favoritas es parte de la rutina diaria y no por eso se ha perdido la emoción.

De tal forma ese sábado 6 de octubre, este territorio de misticismo ancestral se vistió de cuero y estoperoles para la ocasión. Por los seis escenarios que dispuso Live Talent, desfiló una pleyade de representantes de diversos subgéneros metaleros a los cuales resultó humanamente imposible disfrutar en su totalidad del evento. Por lo tanto obedeciendo a los intereses y a las posibilidades físicas (en función de las climáticas), esto es algo de lo que fuimos testigos.

Thy Antichrist. Foto de © Rogelio Matamoros
Thy Antichrist, la banda de Medellín, Colombia, que musicalmente se desarrolla por los linderos del black metal, pero que conceptualmente se rige por principios filosóficos; fue quizá la responsable de desatar la furia pluvial, pues precisamente durante sus escenificaciones prehispánicas, el diluvio llegó. Espectaculares escénicamente y detrás de su corpsepaint, también desataron la furia de la audiencia que nunca menguó y que por el contrario se energizó.

Los colombianos sin duda, ofrecieron un show épico y que será recordado como uno de los actos más sobresalientes de esta edición. Seguramente, como ha sucedido en diversas ocasiones, pronto estarán ofreciendo un show como estelares o en un escenario más grande, dentro de este mismo festival.

Armored Saint. Foto de © Rogelio Matamoros
Armored Saint. La banda angelina y pionera, en cuestiones de la escena del heavy metal subterráneo de principios de la década de los ochentas, llegó como uno de los actos más esperados, por lo que su presentación fue toda una fiesta.

“Hola México, esta es la primera vez que la banda se presenta aquí y por eso les pido que le den una calurosa bienvenida; ¡con ustedes, desde Los Angeles, California, Armored Saint!” Esta fue la presentación con la que la banda de los hermanos Sandoval y John Bush salieron al escenario interpretando su himno “March Of The Saint” y sí, fue claro que traían muchas ganas de tocar ante este público, porque su derroche de energía quedó demostrado.

“¡Déjenme decirles que Phil Sandoval (guitarrista) y Gonzo (Sandoval, baterista y hermano de Phil), nacieron en la Ciudad De México, por lo que esto es como su regreso a casa!” fueron las palabras que Bush dirigió al público, previo a la continuación de su ataque. Aunque formalmente esta gira corresponde al treinta aniversario de Symbol Of Salvation (uno de sus trabajos discográficos más emblemáticos), en esta ocasión obviamente prepararon un set especial en el que no tocaron completo ese disco, pero sí repasaron varios temas clásicos de su larga carrera, de más de 36 años.

Joey Vera (bajista) y Jeff Duncan (guitarrista) también derrocharon su talento a pesar de que la lluvia nunca cesó durante su presentación y el heavy metal tradicional de Armored Saint causó beneplácito entre los que los conocían. También sorprendió a quienes sin saber más de ellos, se dejaron deleitar con su estupenda actuación.

“Symbol Of Salvation”, “Last Train Home”, “Can U Deliver” y “Madhouse” fueron algunos de los temas que se escucharon esa noche y que bien sabíamos que así tenía que haber sido.

Luzbel Oficial. Foto de © Rogelio Matamoros

Luzbel Oficial (Raul Greñas). Sin atender a provocaciones la legendaria banda decana del heavy metal hecho en México, hizo suyo el pequeño escenario confinado a la presentación exclusiva de leyendas nacionales. Con lujo de fuego Raúl Greñas y compañía repasaron sus temas clásicos como “Pasporte Al Infierno”, “El Loco”, “Por Piedad” e hicieron ‘esa noche suya’, como el título de otro de sus éxitos. Esta fue una muy buena oportunidad para presentar a su nuevo vocalista.

Sacred Reich. Foto de © Adrian Muñoz

Sacred Reich. La banda oriunda de Phoenix, Arizona, es un clásico en nuestro país y a pesar de haberse presentado en varias ocasiones por este territorio, ellos fueron de los que mostraron más entusiasmo por formar parte del festival, lo cual manifestaron constantemente a través de sus redes sociales.

Phil Rind (bajo y vocales), Jason Rainey (guitarra) y Wiley Arnett (guitarra), en esta ocasión se hicieron acompañar por Tim Radziwill, quien prácticamente fungió como baterista emergente para esta presentación (y para los demos que están grabando para su próximo disco), en la que la convivencia entre la denominada vieja guardia y las nuevas generaciones (e incluso, en muchos casos, con sus propios hijos), como era de esperarse desató el slam.

“The American Way”, “Death Squad”, “Ignorance”, “One Nation” e “Independent” fueron algunos de los cortes finos de esta comilona, ante la que el “chef” Rind invitó a la audiencia a cantar con “War Pigs”, la obra maestra de Black Sabbath. El coro fue monumental, como en aquellos viejos tiempos en el ex Balneario de Pantitlán y como era de esperarse, el cierre de su presentación con “Surf Nicaragua”, fue uno de los puntos más altos de esta jornada.

Carcass. Foto de © Rogelio Matamoros

Carcass. Con más constancia que incluso sus predecesores, esta leyenda del grindcore, oriunda del puerto de Liverpool, ha hecho camino real por territorio mexicano y eso es algo que a nadie le molesta. Por lo que en esta ocasión todo su instrumental realizó una disección digna de reposo en cuidados intensivos.

La avalancha sonora de Carcass es una maquinaria de alta precisión que siempre juega con llegar a la cacofonía, pero que contrario al deseo de sus detractores, nunca cae en ella. Con las condiciones sonoras que ofreció el festival, el de los ingleses fue el ataque a nuestros oídos más placentero de la noche. Con la brutalidad conocida de su sonido, envolvieron su cuidado y milimétrico desempeño musical, digno de cualquier clínica instruccional.

Jeff Walker (bajo y voz) y Bill Steer (guitarra y voz ocasional), fueron los cirujanos decanos que nos guiaron por este nosocomio, con sus sinfonías de (en ocasiones) títulos impronunciables. “Incarnated Solvent Abuse”, “Unfit For Human Consuption”, “Cadaver Pouch Coveyor System” y las selectas suites de sus álbumes “Symphonies Of Sickness”, “Heartwork” y “Swansong”, fueron algunas de sus ofrendas mortuarias ante los dioses acechantes.

Anthrax. Foto de © Rogelio Matamoros

Anthrax. El sector yanqui de los cuatro grandes de la canción thrashera que ha sido parte importante de este periplo con el que Slayer aparentemente está diciendo adiós, sí llegó a México y como demostró, lo hizo en plena forma.

Con el cortante riff felino de “Cowboys From Hell”, Scott Ian (guitarra), y compañía ‘atraparon a Teotihuacán en un mosh‘. Frank Bello (bajo), en eso de la locura desbordada le hizo segunda al primero; mientras que un semiestático Jonathan Donais (guitarra), cuidaba el escenario por el lado izquierdo. Charlie Benante (batería), entre todos ellos, haciéndose cargo del corazón de Anthrax con el talento que pocas veces ha sido reconocido. Al final apareció Joey Belladonna (vocales), con la soltura que no se le veía desde que regresó a la banda luego de años de abandono.

Con el audio impresionante de las cuatro cuerdas de Bello, retumbaron los acordes con los que Joe Jackson dispuso “Got The Time” y para entonces era oficial que Anthrax dominaba el lugar en el que los hombres se convierten en dioses. La base rítmica más precisa y constante de la mencionada cuarteta, marcó la pauta con la que Ian rasgaba la guitarra, mientras brincaba y corría en círculos, sin perder una sola nota.

“Madhouse”, “Be All End All”, “I´m The Law”, “Antisocial” e “Indians” musicalizaron la danza de guerra en medio del lodazal más metalero del que se tendrá registro en nuestro país.

Slayer. Foto de © Adrian Muñoz

Slayer. Glenn Danzig extendía los brazos y con manos cornudas saludaba a su público acechado por el imponente cráneo de su escenario, en completa oscuridad y enmudecido por la incertidumbre; mientras que su escolta mandaba al carajo a todos los fotógrafos dispuestos a documentar su esperada presentación al pie de las pirámides y para enmarcar el momento, la tormenta más fuerte de los dos días hizo acto de presencia justo en ese momento. Pero a tan sólo unos metros a su diestra, la ensordecedora contundencia de “Delusions Of Saviour”, mandó también al carajo la delicada posibilidad de que el autollamado “Evil Elvis” hiciera suya la oscuridad.

Entre rumores y deducciones, antes de lo anunciado, Slayer abrió las puertas dejando bien claro que ¡el infierno no esperaría a nadie! (mucho menos a Danzig). Frente a ellos, la multitud sacó la energía que había reservado para responderle a su satánica majestad, pues ésta sería la última oportunidad para hacerlo. El slam y cualquier otra muestra posible de brutalidad se manifestaron y revivieron a la multitud que llevaba minutos siendo vulnerada por la naturaleza.

Ante la maraña humana, mezclada con lodo, sudor, lágrimas y una que otra menudencia, el escenario lucía imponente. Flanqueado por sendas cruces invertidas, erigidas a base de amplificadores Marshall que escupían fuego, vociferaciones y el rugido con el que Slayer dejaría grabada su estadía ante los vestigios de Teotihuacán.

Tom Araya (voz y bajo), casi inmóvil, luego de ofrendar su columna vertebral a los dioses del metal, postrado al centro, cual mesías, con Gary Holt (guitarra) a diestra y Kerry King (guitarra) a la siniestra; detrás de ellos, encumbrado entre lenguas infernales, Paul Bostaph (batería), quien se encargó de alimentar el fuego que ardería durante esta última audiencia terrenal.

Sin una selección musical que tenga algo de especial, Slayer se dio el lujo de presentar lo mismo que han estado tocando desde que lanzaron su (al parecer), último trabajo discográfico, Repentless. Pero ante eso tampoco se les puede objetar, pues sabemos que hagan lo que hagan los resultados siempre serán los mismos, ¡asesinos!

La letanía se conformó de declaratorias como “Blood Red, Disciple” en medio de alaridos de “God Hates Us All!”, que casi lograron abrir las nubes. “Hate Worldwide”, “Jihad” y “When The Stillness Comes” callaron a los ingenuos que alguna vez dudaron de estos cuatro demonios. “War Ensemble” también intentó secar el lodo con el remolino que desató pero su sacrificio fue en vano. “Mandatory Suicide”, “Post Mortem”, “Black Magic”, “Payback”, “Seasons In The Abbys”, “Dittohead” y “Dead Skins Mask” (el momento romántico de la noche), parecían ser una vulgar muestra de poder, pero Slayer se encumbró como algo sobrenatural y con “Hell Awaits” nos hizo creer que las llamas finalmente nos alcanzarían.

Regresaron para rematar con “South Of Heaven” e irónicamente la lluvia volvió a hacerse presente para no dar más concesiones, por lo que los gritos a la voz de “Raining Blood” fueron algo estremecedor y escalofriante. “Chemical Warfare” y “Angel Of Death” fueron las mortíferas herramientas con las que el Dr. Menguele hundió su bisturí por última vez.

Entre relámpagos, fuego, explosiones y esas masivas cruces invertidas, Araya, con la voz entrecortada agradeció por la buena vida que le hemos dado.

En esta ocasión la retirada a casa fue la más larga y también la más reflexiva. Un evento tan extraordinario en lo musical, como decepcionante por las ausencias y una cadena de errores que seguramente por ambos flancos jamás se volverán a cometer.