La actriz, directora, gestora cultural y empresaria teatral Nuria Espert recibirá el Premio Max de Honor, en la 27 entrega de los Premios Max que se realizará el 1 de julio, en Tenerife. El Colegio de Gran Derecho de SGAE le otorga este galardón por unanimidad por su gran legado en el campo de las Artes Escénicas, su capacidad como gestora cultural y como empresaria teatral.
Espert es Premio Nacional de Teatro en 1985 y Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2016, completa un prolífico palmarés con este reconocimiento que, reconoce en una entrevista a la Fundación SGAE en la sede de la Sociedad General de Autores y Editores, le hace especial ilusión: “Parecía extraño no tenerlo…, pero lo que distingue a este galardón es que ha sido otorgado por mis compañeros y quiero decirles que me hacía falta, que lo quiero, que lo amo, que me pone contentísima y que deseo que lo compartan conmigo todos los actores y actrices.”
Fue una pionera dedicada a su propia compañía. En 1959 fundó junto con su marido Armando Moreno la compañía Nuria Espert. Comenzó con Gigí de Colette y Las criadas de Jean Genet. Y en su memoria destacan textos de Lorca y Valle-Inclán que le abrieron las puertas de los grandes teatros de todo el mundo. Emprendió entonces una gira internacional que perduró casi una década: Yerma (con la que se consagró e hizo más de 2000 representaciones en el Teatro de la Comedia de Madrid), Doña Rosita la soltera o Divinas palabras. Comenzaba aquí una carrera fulgurante que sería aplaudida en escenarios de todo el mundo y que le abrió las puertas a la dirección: “Todas esas obras resultaron en una gira mundial, con toda la fuerza que eso da”, explica en la entrevista.
La protagonista de ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1999) ha tenido la suerte, como ella misma reconoce, de haber sido tocada por la magia del escenario. Su nombre es sinónimo de calidad, su voz es una de las más aplaudidas en la escena, y es poseedora de un carácter y un hambre voraz que la permitió subirse a las tablas de todo el mundo, consagrándose como uno de los máximos exponentes del teatro español.
Desde 1986 sumó a su trabajo como actriz el de la dirección de escena, tanto en producciones de teatro como en ópera; Madama Buterfly, Elektra, Rigoletto, La Traviata, Carmen o Turandot han recorrido los más importantes foros operísticos del mundo: Liceu de Barcelona, Covent Garden, Lyric Hammersmith de Londres, Royal Theatre de Glasgow, Los Angeles Opera, La Monnaine de Bruselas, Maestranza de Sevilla, entre otros, compartiendo responsabilidad con directores musicales como Plácido Domingo o Zubin Metha. El último trabajo como directora de escena fue Tosca para el Teatro Real de Madrid y el Tokyo Opera House.
“Dirigí ópera en Convent Garden, en Estados Unidos… En esos momentos me acerqué por primera vez a cosas que estaban llenas de peligros y recuerdo que salieron bien. Me habían propuesto dirigir alguna vez, pero yo no me atrevía. Armando había estado trabajando conmigo para que aceptara y me dio la fuerza para hacerlo, confiaba en mí. Me lancé y tuve colaboradores extraordinarios. Las óperas que hice circularon por todo el mundo”, recuerda la actriz.
En teatro ha dirigido a actores de la talla de Glenda Jackson, Joan Plowright (La Casa de Bernarda Alba), en Londres; Irene Papas (Medea), en Barcelona y Tamasaburo Bando (Contradanza), en Tokyo, entre otros.
Centro Dramático Nacional, asumiendo la programación del Teatro María Guerrero de Madrid. Sin embargo, si hay algo de lo que no se olvida es de su público, “al que le debo todo”, asegura.
Ahora, a la edad de 89 años, la gran dama del teatro no renuncia a las tablas: “La cosa sigue. Yo pensaba que había hecho de todo, pero entonces me llegó el texto de La isla del aire, con Mario Gas. Una obra que me da la oportunidad de ser divertida, de ser malvada y de reírme de mi sombra. Y todo esto coincide con el Premio Max y me hace una ilusión extraordinaria”, se despide.