A más de treinta y cinco años de carrera como solista, finalmente Bruce Dickinson vino a saldar una deuda con el público mexicano. De tal forma que el cantante, con voz de sirena de ataque aéreo, se presentó por primera vez bajo su configuración individual, ante esta audiencia con sendas actuaciones en Guadalajara, Jalisco, y en la Ciudad De México.
Con esto finalmente se develó lo que Dickisnson habría preparado para las presentaciones de esta gira (la cual inauguró oficialmente en México), y que de manera contrastante a lo que acostumbra montar cuando gira con Iron Maiden, en esta ocasión no requirió más que un entarimado tradicional, sin el menor recurso escénico y mucho menos pirotécnico. Así que tal como rezaba la publicidad del evento, el cantante británico aterrizó en el Pepsi Center capitalino, ante una decorosa audiencia que incansable coreó y celebró su impecable presentación.
Sobre aviso no hay engaño y en la conferencia que el cantante sostuvo con la prensa regional hace algunas semanas, había dejado ver que sobre el escenario sólo los tendríamos a ellos. Una aceitadísima maquinaria musical de seis cabezas comandada por el conocido piloto del avión, secundado por los guitarristas Phillip Näslund y Chris Deciercq, la bajista Tanya O´Callaghan, el misterioso Mistheria, en los teclados; así como Dave Moreno, en la batería.
Hay que mencionar que el estado de la voz del cantante de Iron Maiden, fue simplemente ¡extraordinario! Esta quizá ha sido la mejor exhibición vocal que le hemos escuchado en estos casi treinta y dos años de comunión con las hordas mexicanas.
Más allá de la conocida puntualidad británica, Dickinson y su comitiva tomaron el escenario incluso un par de minutos antes de lo anunciado, para de una vez liberar una bocanada de la potencia que reinaría durante la velada y sin dejar nada para otra ocasión. ‘Accident Of Birth’ y su mortífero riff causó la primera herida de la noche con una ejecución de precisión milimétrica; en sucesión, ‘Abduction’ y ‘Laughing in The Hiding Bush’ conservaron la tradición del lapidario ataque de seis cuerdas.
En justa reacción para entonces (y desde el momento de la ignición), el público estaba más que desbordado. La euforia los guiaba (a las más de cuatro o casi cinco mil personas, según palabras del mismo Bruce), entre brincos y cánticos. Fue de verdad conmovedor que esas voces pocas veces callaron durante la noche, demostrando que la gente que había optado por este evento, en una noche repleta de oferta musical en la Ciudad, tenía todas las credenciales para estar ahí. No es que se requiera de acreditación alguna para acceder a un concierto como éste, pero lo cierto es que a pesar de la gran popularidad de Dickinson como integrante contramaestre de Iron Maiden, para entonces estaba muy claro que como solista esa fama la había dejado almacenada en algún hangar británico. Esta noche fue su labor en independencia a lo largo de siete trabajos discográficos de impecable manufactura, la que había guiado a los presentes hacia esta comunión.
‘Afterglow Of Ragnarok’ fue la primera selección que sonó de su más reciente lanzamiento discográfico, el cual precisamente pretexta la gira The Mandrake Project. Sobre el escenario, más de su grandiosidad fue liberada haciendo gala de la oscura y compleja construcción musical que caracteriza a la creatividad del gran ausente de la noche, Roy Z. En sucesión llegó un clásico absoluto, ‘Chemical Wedding’, encomiando el momento de su monumental solo de guitarra, dando paso a ‘Many Doors To Hell’, algo más del material de reciente manufactura.
‘Tears Of The Dragon’ bien puede ser considerado como el tema más representativo de Bruce Dickinson en solitario, por lo que su inclusión a tan temprana hora de la noche parecía para entonces inapropiada. Sin embargo, esta jugada demostró la confianza que Dickinson tiene depositada en el set de canciones como para continuar con la bandera en alto, tras el cenit al que llegó con el sensible dragón. De nuevo la calidad de ejecución de ‘The House Band Of Hell’ (nombre con el que la banda se anunció durante sus presentaciones “secretas” de calentamiento), brilló más que, incluso, la mejor pirotecnia.
‘Resurrection Men’ y ‘Rain On The Graves’ complementaron la suite de The Mandrake Project, con lo que se dio paso al cover que han estado interpretando, el clásico setentero de Edgar Winter Group, ‘Frankenstein’. Dado que se trata de una pieza instrumental, pensaríamos que se trata del momento en que Bruce aprovecha un descanso en la voz, porque eso es lo que hizo ¡exclusivamente! Cuando parecía que sólo los músicos brillarían durante esta interpretación, pronto se reincorporó el “hiperactivo patrón” para acompañarlos a ritmo percusivo, el cual estaba situado entre las plataformas de la batería y los teclados. Cercano el final del alucinante viaje que imaginó el legendario músico albino, Dickinson descubrió un theremin (vibrafono) con el que se divirtió durante unos minutos más.
Aún desfilaron ‘Gods Of War’, ‘The Alchemist’ y ‘Darkside Of Aquarius’, con las que aparentemente concluiría el set. Pero como es costumbre, se trató solamente de la tradición por hacer algo de tiempo y volver para realizar el verdadero final.
Así regresó la banda entre un ensordecedor rugido, por parte de un público que esa noche se había comportado en absoluta consecuencia. Bruce Dickinson y su banda habían sudado y se extasiaron a la par del público en total fidelidad. ‘Navigate The Seas Of The Sun’, ‘Book Of Thel’ y ‘The Tower’ fueron el cierre pletórico de un concierto que había quedado para la historia.
Esa noche Bruce Dickinson hechizó a sus fieles con esencia de mandrágora, en medio de una exhibición del mejor rock pesado que la escuela británica le ha brindado al devenir del género. Pero esta historia continuará en unos cuantos meses, ahora sí en medio de una congregación masiva.
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