Este año llegó por segunda vez a México la compañía Bellydance Evolution con su adaptación escénica de Alicia en el país de las Maravillas —cuento escrito por Lewis Carrol y publicado en 1865—, de la mano de Jillina Carlano, su espléndida fundadora y directora artística, quien posee una trayectoria que la ha hecho brillar por al menos dos décadas en el mundo de la danza del vientre.
Por Viridiana VILLEGAS
El pasado 15 de agosto los reconocidos bailarines internacionales de Bellydance Evolution, compartieron tarima con el talento mexicano seleccionado de manera previa a través de un casting en línea, llevado a cabo hace unos meses; se convocó a los amantes de la danza árabe en el Teatro Metropolitan para deleitarlos con la maestría con la que manejan todos los elementos propios del belly y extienden sus cuerpos al compás de cada uno de los drums compuestos por el músico Paul Dinletir, quien en exclusiva para este montaje creado hace seis años, realizó la música para esta obra, misma que ha recorrido más de veinte países desde entonces.
Las luces del teatro se apagaron y de pronto, bajo la tenue luz descubrimos a la delicada Alicia (Laurent Boldt); el primer acto, compuesto por once escenas, ha dado comienzo y así vemos desfilar sobre el escenario a un Conejo Blanco (Danielo Mendes), muy al estilo de break dance, con aires de hip hop. Más tarde, casi flotando entre colores pastel, hizo su entrada La Duquesa (Louchia Tchoukhri), no sin antes sorprendernos La Oruga, interpretada por la imponente y experimentada Sharon Kihara, con su estilo tribal americano que tanto la caracteriza y justo antes de que llegue el intermedio, aparece el vibrante sonido del derbake gracias a la intervención de Ozzy Ashkenazzi, uno de los más grandes maestros percusionistas de nuestros tiempos y quien a través del tino de sus manos y las yemas de sus dedos es también parte importante al momento de provocar esa sensación hipnótica que sólo el bellydance puede causar de igual forma en aquellos expertos de este arte o sobre aquellos que nunca antes habían presenciado un espectáculo de esta magnitud. Esta danza es milenario y la compañía logra combinarla con tendencias contemporáneas, dando un estilo muy peculiar en este montaje.
Sin duda, el nivel técnico de todas estas bailarinas es intachable, sin embargo la sensibilidad que tienen y su forma de interpretar ha contribuido a que sean reconocidas como parte del selecto grupo llamado Bellydance Superstars. Así es, Jillina Carlano, Laurent Boldt, Louchia Tchoukhri y Sharon Kihara han sido integrantes de esta compañía de origen estadounidense en distintas etapas desde su conformación hace trece años y siguen siendo consideradas como cuatro de las mejores exponentes de la danza del vientre en el mundo.
Entre velos, crótalos, abanicos de seda, alas de Isis, sables y vestuarios impecables, acompañados de tocados confeccionados artesanalmente con piedras y otros materiales brillantes, transcurrió el segundo acto, en el que el torbellino causado por El Sombrerero Loco, interpretado por la fuerza y precisión del spot (ese punto que nunca pierde una profesional al girar) de Auberon Shull; y en contraste, la delicadeza de El Gato de Cheshire, al que dio vida la bailarina mexicana Grinneli Sandoval, con gran aplomo gracias a su experiencia en la escena internacional.
Sí, esta adaptación de Alicia en el país de las Maravillas es impresionante en su abordaje técnico al conjugar danza árabe, jazz, folklore, ballet, rap, break y hip hop, pero mención aparte merece La Reina de Corazones, la laureada Jillina, quien deja boquiabierto hasta al más escéptico y renuente. La danza del vientre es todo un arte, una disciplina que requiere aceptación y paciencia con el cuerpo; además de constancia, sobre todo en la comprensión de la amplia gama de ritmos que la conforman, pues sólo así es posible entenderla y dominarla con maestría, justo como Jillina lo hace en el escenario, dando cátedra de shimmies, estos movimientos corporales vibratorios que son posibles sólo teniendo como guía el alucinante sonido del derbake.