Dentro del marco del Primer Festival Internacional de Rock Progresivo, se presentó un cartel conformado por dos representantes de la escena progresiva mexicana, Decibel y Luz de Riada, y uno de los máximos exponentes del denominado Rock en Oposición, la agrupación belga Univers Zero, en el Teatro de la Ciudad.
Texto y Fotos de Rogelio MATAMOROS
Decibel es una leyenda del rock mexicano, que ha escrito historia dentro de los parámetros del rock progresivo; y de igual forma en su momento los desconoció para sumergirse dentro de las libertades que ofrece el Rock en Oposición. De tal forma en esta ocasión, Decibel fungió como representante de aquella vieja guardia mexicana de este género y sobre el escenario desarrollaron sus composiciones con la peculiaridad que los caracteriza.
Alrededor de los sonidos de una caja de ritmos, los músicos ejecutaron sus atonales y libres interpretaciones, con las que dieron forma a “Insecto”, “China” y “La Bella Babel”. La alineación se conformó por el eterno Walter Schmidt, Carlos Robledo, Xavier Baviera (precursor indiscutible del punk en México), y Alex Eisenring.
Por su parte Luz de Riada, es representante de la actualidad de esta escena musical, habiéndose formado luego de que Ramsés Luna dejara a Cabezas de Cera. Esta es una propuesta que se mueve libremente entre el progresivo y el jazz, fundamentada en la estupenda calidad interpretativa de sus integrantes. Luna, en los alientos; Hugo Santos en grand stick; Guillermo Del Castillo, en las cuerdas (guitarra, bajo y sitar eléctrico); y Hugo Hernández Balderas, en la batería. También contaron con la participación de Germán Bringas, como invitado, en un duelo de “alientos” para “Ritual de Fulanos”. “Vórtices”, “Por la puerta trasera” y “Callejón de Igualdad” fueron otros de sus temas interpretados esta noche.
La tercera visita de Univers Zero a nuestro país, los traería como cabeza de cartel para este festival, en el que de nueva cuenta, durante el evento, se plantearían las posibilidades del Rock en Oposición. Univers Zero es considerado uno de los máximos exponentes de esta propuesta a nivel mundial y dejaron claro por qué.
Con derroche de maestría, cada uno de sus integrantes parece hacer lectura de la misma pieza musical pero por diferentes caminos. Kurt Budé en clarinete y sax; Antoine Guenet, en los teclados; Daniel Denis, en batería; Nicolas Dechene, en la guitarra y Dimitry Evers al bajo; en verdad metieron en dificultades al espectador. Y es que seguir con la mirada a cualquiera de ellos es igual de fascinante y al mismo tiempo genera remordimiento por no hacerlo con los demás.
El sonido del bajo fue apabullante y en varias ocasiones se encargó de aflojar la cristalería en los palcos del majestuoso Teatro de la Ciudad. La batería cortaba el aliento, el clarinete y saxofón de igual forma invitaban a la relajación o la cortaban abrúptamente. Los teclados sumergieron al público en tenebrosas atmósferas, tan oscuras como el lugar y la guitarra produjo quizá los sonidos más terrenales de la noche, que no por eso fueron menospreciables. De ninguna manera.
Esta fue la primera visita de la banda con esta alineación y sin embargo, parecía que habían tocado juntos ya por una eternidad.
La audiencia debió haber sido mayor y qué lástima que la media noche impidiera que la sesión se prolongara. Pero seguramente para la próxima, nada de esto será igual.
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