En lo que ya se ha convertido en un festival tradicional en la ciudad de México, The Faceless, Napalm Death y Cannibal Corpse, ofrecieron un set bastante completo ante un público ávido del metal en varias de sus vertientes.. Texto y Fotos de Rogelio Matamoros.
The Faceless, Napalm Death y Cannibal Corpse Texto y Fotos de Rogelio Matamoros |
La cuarta edición del ya tradicional Night Of The Living Death Fest conjuntó una vez más a diferentes generaciones “deathmetaleras”, tanto arriba como abajo del escenario y una vez más demostró lo amplia que es la gama de este subgénero.
Adultos bien portados y con sus ropas secas, rodearon a la audiencia central conformada por un público más joven (algunos de ellos hijos de los antes mencionados), quienes aguardaron solamente a la menor provocación para encender el remolino humano, con el que estos sí humedecieron sus atuendos.
Ante una muy relativa calma, como de quien ya ha experimentado esto con anterioridad, la víctima recibiría la primera herida de la noche. The Faceless, la (también relativamente), joven banda californiana que a pesar de contar ya con 14 años de carrera, y que se encuentra presentando apenas su cuarta producción discográfica In Becoming A Ghost (2017), tomó el escenario.
Con lujo de precisión Michael Keene dirigió a su orquesta del denominado death metal técnico, el cual precisamente por sus intervenciones vocales también adquiere tintes de rock progresivo.
Para el público mexicano The Faceless es ya una “cara conocida” debido a sus constantes paradas por este territorio y la apreciación hacia sus interpretaciones así lo demostró. Y sólo quizás su rendición a Shake The Desease de Depeche Mode pudo haber causado entre algunos cierta confusión. Pero tras este consistente set, algunos de los mayores de entre la audiencia comenzaron a calentar el cuello, pues su momento estaba por llegar.
Con 37 años de existencia, Napalm Death se erige ya como una leyenda y absoluta piedra angular de la música extrema. Perpetradores del grindcore, artesanos del death metal y el hardcore, con constantes incursiones en el noise y la música experimental. Y con esta tarjeta de presentación Shane Embury (un absoluto abuelo de la estridencia), armado con su demoledor bajo, apareció entre infernales luces rojas acompañado por Daniel Herrera en la batería y el emergente John Cooke en la guitarra (una breve transfusión de sangre para la gira). Y mientras ellos comenzaron a hacer ruido (literalmente), sobre el escenario, llegó también “Barney” (Mark Greenway), ya con sus característicos espasmos, indicando que todo estaba por suceder.
La presentación de Napalm Death desde ese momento ya fue catártica y lo que escupió el sistema de sonido (por cierto con calidad extraordinaria), fue una sinfonía que por cualquier error se hubiera convertido en cacofonía. Pero no hubo ninguno. Y la danza de San Vito que Barney ejecuta por todo el escenario, no deja de transmitir lo que nuestros oídos experimentan mientras los escuchamos y de entre el huracán los cuerpos chocan y vuelan.
Los selectos coros de Embury, son borrados del mapa por los ensordecedores y brutales gruñidos de Barney, mientras que por el otro lado del escenario Cooke contesta con chillidos. Los dos metros de vocalista se dirigen al público con el más flemático de los acentos británicos: “Somos Napalm Death, de Birmingham, Inglaterra” y aprovecha cualquier oportunidad para manifestar su rechazo ante el abuso sobre los derechos humanos, la construcción de cualquier tipo de muro y su repudio absoluto al fascismo. Mientras tanto musicalmente dejaron satisfecho al público con una revisión a su trabajo discográfico, desde el primigenio Scum hasta Apex Predator – Easy Meat, pasaron por From Enslavement To Oblitaretion, Harmony Corruption, Smear Campaign y Utilitarian entre otros. Y también se dieron el tiempo (algo que debido a la conocida corta duración de muchas de sus composiciones), para interpretar sus conocidas versiones a Anti Cimex (Victims Of A Bomb Raid), y Dead Kennedys (Nazi Punks Fuck Off).
Tras la hecatombe Cannibal Corpse se encontró con un escenario más que calientito, lo cual no significó problema alguno para el quinteto neoyorkino (avecindado ya en Florida), que regresó para coronarse como la primera agrupación en repetir actuación en los anales de esta festividad mortuoria.
Los decanos de la banda, Alex Webster (batería), y Paul Mazurkiewicz (batería), como base rítmica incólume marcaron la ruta a seguir entre Pat O´Brien (guitarra líder), Rob Barrett (guitarra rítmica), y “Corpsegrinder” (George Fisher), el imponente ventilador humano que se encarga de vociferar. Contrastando un poco con lo que ya habíamos presenciado esa noche, Cannibal Corpse sobre el escenario no se mueve mucho y hasta pareciera que están interpretando algo más relajado, salvo el ininterrumpible headbanging de Corpsegrinder que ya es su reconocida marca personal. Sin embargo esta inmovilidad no es obstáculo para que la audiencia piense lo contrario y reaccione con brutalidad ante la descarga de este tradicional death metal del cual Cannibal Corpse es absoluta referencia.
Ante las constantes visitas de la banda a nuestro país, no significó problema alguno que el set que descargaron esta noche hiciera énfasis en su más reciente producción discográfica Red Before Black (2017), aunque obviamente no dejaron de repasar algo más de su extensa carrera.
Lejos de cualquier sentimiento de competencia, tanto las tres bandas como el público, disfrutaron de una noche plena de decibeles, que brindó la convivencia de tres generaciones de la música estridente bastante marcadas entre sí. Ante condiciones técnicas que permitieron un disfrute absoluto, el metal extremo dejó claro que no es ningún muerto viviente y se encuentra más vivo que nunca.