La constante actividad de estos tres atletas del rock, Mike Portnoy, Billy Sheehan y Richie Kotzen, los mantiene siempre presentes dentro de la rotación visual de sus seguidores. Sin embargo, su presencia en conjunto, como The Winery Dogs sobre estos escenarios sí se había prolongado. Siete años habían pasado ya desde aquella primera mini gira por territorio mexicano.
El concepto musical de la banda seguramente no vino a descubrir el hilo negro del hard rock, pero lo grandilocuente de la ejecución de sus tres integrantes los distingue de entre el grueso de esa escena.
Así que en esta ocasión el cómodo entarimado del Auditorio BB fue la sede para que se montara este auténtico circo de tres pistas. Tres tribunas de exhibición para tres de los músicos más calificados de la escena rockera contemporánea, quienes por sí solos generan suficiente energía como para iluminar el lugar y ya en conjunto con sus chispas hasta le prenden fuego.
Durante el lapso entre sus dos visitas a México, The Winery Dogs han agregado a su vida siete años de experiencia y sabiduría, además de un disco más a su discografía. III es su entrega más reciente, alumbrada apenas el pasado mes de febrero y bajo ese pretexto también es que se lanzaron de nueva cuenta al mundo para recorrer sus escenarios, haciendo lo que mejor saben, magia. Todo, utilizando únicamente los dedos, las manos y los pies; es decir, ¡ni una sola plumilla sobre el escenario!
La actuación de la banda local Obesity, fue respetuosamente atendida por un público que se sintió emparentado ante su propuesta de rock progresivo de la nueva escuela, aderezado con evidentes tintes de heavy metal interpretado con pulcritud, lo que sin duda los calificó para formar parte de este evento y así con exactitud ante lo anunciado los perros bodegueros tomaron sus posiciones y acabaron con el silencio, iniciando su explosión con “Gaslight” y “Xanadu”, un par de selecciones de su mencionada más reciente placa. Mientras la audiencia recuperaba el equilibrio ante el mareo por tratar de atender “equilibradamente” a los tres flancos, la banda descargó ahora “Captain Love” y “Hot Streak”, dos temas ahora de su segundo disco.
The Winery Dogs es una agrupación que una vez que ha comenzado su actuación, te impide continuar creyendo que llegaste a este lugar teniendo a sólo uno de ellos como favorito. Porque desde su primera interpretación te hacen voltear de un lado al otro, para babear “visualmente” ante lo que estás presenciando. Porque para entonces sólo viéndolo puedes creer que los ensambles que estas escuchando, sí pueden ser ejecutados en vivo por seres humanos que parecían ser normales.
Entre deliberados solos de Portnoy y Sheehan, disfrutamos de material de sus tres álbumes. Así que se pasó lista a “Desire”, “Time Machine”, “Damaged”, “The Other Side”, “I´m No Angel”, “Regret” y “Elevate”, de su disco debut. También sonaron “Oblivion”, “Breaktrough”, “Stars”, “Mad World” y “The Red Wine”.
En esta ocasión la conocida sobriedad anímica de Kotzen se dio la libertad de charlar un poco más con el público, mientras que en contraste Portnoy guardó más sus palabras de acuerdo a lo que se le conoce y Sheehan, sencillamente fue una vez más Billy Sheehan, ese prestidigitador de las cuatro cuerdas que entra en comunión cuasi espiritista con su instrumento mientras celebra constantemente con su atónita audiencia.
Casi dos horas de recital se fueron como agua entre los dedos y si nos permitimos analizar cual escrutinio deportivo, habrá que mencionar que ahora este combo optó por actuar como una banda que interpreta una música más estructurada en canciones (la constante de III), que por derrochar cubetadas de ejecución extrema y tridimensional. Pero eso sí, el placer que resplandece en los rostros de estos tres por trabajar haciendo lo que más aman en la vida, sigue intacto.