CHICAGO: Una noche para recordar

Una tarde de calor, como muchas que habían ido sucediendo a lo largo de la semana, sin embargo, como bien reza el dicho de “Febrero Loco y Marzo Otro Poco”, la tarde comenzó a enfriarse y el viento incrementó su fuerza en este viernes primero del mes del “otro poco”, con la única salvedad de disfrutar a Chicago.

Por Yazmín Castillo y Miguel Angel Hernández

Foto por Adrian MUÑOZ

A muchos tomó por sorpresa esta noche, venían descubiertos, casi casi primaverales y de pronto el frío sobre todo el que llega a los alrededores de la Arena Ciudad de México, bajó su nivel hasta casi los siete grados. Las máquinas expendedoras de café descompuestas para su mala suerte y en el bar del lugar sin servicio de tal, en fin, qué importa cuando de Chicago se trata y de revivir momentos tan gratos con esta banda que han dado la vuelta al mundo en más de tres ocasiones.

Ni hablar, el alcohol, la cerveza y los snacks a todo lo que daba y para no quedarse atrás, muchos comenzaron con la convivencia que fue sana, el hecho de beber un poco para ambientarse no era indicativo de toda una fiesta.

El concierto comenzó algunos minutos arriba de lo anunciado pero en cuanto las luces se apagaron el grito del casi ochenta por ciento de los asistentes hasta ese momento fue motivo para que los ocho integrantes salieran a dar todo de sí.

El público fue muy variado, desde pequeños que obviamente iban con sus padres e incluso abuelos, hasta los mayores, muy mayores; seguidores fieles de la banda estadounidense. El rango promedio eran los 50 años de edad.

Ahí estaban dando un verdadero espectáculo cuatro de sus miembros originales con todo lo que saben dar, en cada uno de los muchos instrumentos que utilizan cada uno. Robert Lamm fue el primero en postrarse en los teclados, mientras Lee Loughnane tomaba una de sus trompetas y al frente del octeto presionaba las primeras notas de “Make me Smile”, junto con sus dos compañeros de “travesuras” o mejor dicho de travesía a lo largo de esto cuarenta y cinco años , James Pankow, al trombone y Walter Parazaider, en los instrumentos de viento.

Continuaron con “Does Anybody Really Know What Time It Is?”, un tema que hace honor al nombre por muchas razones , la hora de comenzar ligeramente retardados y porque era justo el comienzo del show, porque lo mejor vendría después.

Su público disfrutaba cada instante, cada uno de los músicos, incluyendo a los ahora cuatro integrantes extra, Jason Scheff, Tris Imboden, Keith Howland y Lou Pardini (bajo, batería, guitarra y teclados, respectivamente) jugaban en el escenario como sus “jefes” mejor les enseñaron, esto más que un concierto se convertía en una fiesta al unísono. Los clásicos temas no se hacían esperar, iban uno tras otro con “Dialogue I y II”, de la época del Alive Again, “Call Me”, “Old Days” “Hard Habit to Break” y “Beginnings”, sólo por mencionar algunos.

No podía faltar un solo de batería y percusiones por parte de su nuevo invitado Walfredo Reyes para amenizar aún más al respetable y así lo hicieron.

La banda seguía emocionando a su público y éste se lo agradecía de pie, para entonces, el foro lucía casi lleno en su totalidad, las pantallas gigantes en lo alto del recinto mostraban en algunos instantes videoclips, mientras ellos demostraban su habilidad en los instrumentos y un enorme logotipo lució todo el tiempo detrás.

Casi para terminar se escuchó “Hard To Say I’m Sorry”, ligada a “Get Away”, “Feeling Stronger Everyday” y se despidieron sin más ni más pero ni tardos ni perezosos regresaron para rápidamente interpretar “Free” y cerrar esta (para entonces) muy fría noche con “25 or 6 to Four”. Esta última, precisamente un hitazo de 1969 que hasta la fecha es la que mejor les funciona para el encore.

Así se fueron y no volvieron a salir. Un concierto de aproximadamente hora y media que bien valió la pena como uno de los primeros clásicos del año.

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