JUDAS PRIEST: DESENCADENÓ A LA BESTIA

Judas Priest sufrió una transfusión de sangre nueva directo al corazón con dos guitarristas que se encargaron de manejar majestuosamente su presentación en el Heall and Heaven. La voz fue un arma bombeante y la base rítmica una mortífera maquinaria que desencadenaron a la bestia. Foto de Adrian MUÑOZ

JUDAS PRIEST: DESENCADENÓ A LA BESTIA
Sangre Nueva Directa Al Corazón
Por Rogelio MATAMOROS / Fotos de Adrian MUÑOZ
Rob Halford, magistral.
Esa noche la audiencia estaba dividida bajo tres conceptos: los que nunca habían visto a Judas Priest en concierto, los que sí los han visto y además están totalmente complacidos con Firepower (su más reciente producción discográfica) con todo lo que la rodea en cuestión de su actual alineación y los que también han visto a la banda pero que están a disgusto o en conflicto con esta nueva etapa de su carrera. Porque hay que subrayar que casi nadie se ha manifestado en contra o a disgusto con su polémica más reciente grabación, la cual por decisión casi unánime es excelente.

Para entonces, el lugar estaba repleto con los más de 80 mil asistentes que colgaron el letrero de boletos agotados en las taquillas de la edición 2018 del festival Hell & Heaven y que de acuerdo a lo planeado, ya casi la mayoría se encontrarían ante la homilía del “Sacerdote”.

Con precisión británica, a las 21 horas con 20 minutos, esta nueva y polémica configuración de Judas Priest se lanzó directo al cuello con “Firepower”. La calidad del audio era apabullante, tanto por definición como por potencia, por lo que quedó claro que la banda epítome del heavy metal no estaba ahí para tocarse el corazón. “Grinder”, “Sinner” y “The Ripper”, sin pausa, inundaron el Autódromo de la Mixhuca con las guitarras más pesadas que se había escuchado durante esos dos días, lo cual ya era bastante que decir y gracias a ellas por la memoria de los de mayor edad se revelaba aquel clásico en vivo… Unleashed In The East!

Ese par de guitarras tocadas con una precisión que cortaba, estaban en manos de lo que más que una transfusión de sangre para el viejo sacerdote, fue sin duda un trasplante de pulmones. Richie Faulkner y Andy Sneap se encargan de manera eficiente de que la marca registrada de la banda continúe marcando la pauta en el género. Rob Halford, quien simboliza el corazón que bombea la sangre a través de esta mortífera maquinaria musical, también pareciera que se ha recuperado de algún conato de infarto, porque esa noche rugió como el Jaguar que nunca nos había tocado escuchar por estos territorios. Por su lado, Ian Hill (el decano absoluto sobre el escenario), también gozó de las bondades de la sonorización, pues el rugido de su bajo fue el motor que mantuvo a la banda al cien por ciento durante toda su presentación en complicidad con Scott Travis y su trinchera percusiva (quien por primera vez dejó ver una sonrisa en su rostro).

Esta combinación de factor humano en función de una selección de canciones que desenterró viejas gemas que sonaron en vivo por primera vez y otras que llevaban años de no hacerlo; es decir, que la renovación de Judas Priest se dio en varios niveles y en todos funcionó a la perfección.

“Lightning Strike” dio un respiro a la brutal nostalgia, sólo para contra atacar con “Bloodstone” y la mortífera “Freewheel Burning”, una ráfaga de metal interpretada a la velocidad original tal y como fue creada. Continuaron con “Saints In Hell”, una reliquia cuyas pruebas al carbono catorce indican exactamente cuarenta años, pero que igual impactó a chicos y grandes como si la hubieran compuesto un día antes.

“Evil Never Dies” fue el último tema de reciente manufactura y las sorpresas continuaron con “Tyrant” y “Some Heads Are Gonna Roll”; “Breaking The Law” desde su creación fue un himno inmediato, pero con el impacto de las sirenas de policía que enmarcaron el revoloteo de los helicópteros que sobrevolaban el escenario, cobró vida y fue un absoluto arresto emocional.

Siguió otro tirabuzón “Hell Bent For Leather”, que repasó las reglas del atuendo para esa noche antes de que Travis se dirigiera al público para manifestar su gusto por pasar este Cinco de Mayo en México y con sus baquetas dejar saber que estábamos ante “Painkiller”, la misma que fue su ceremonia de inducción ante esta logia en 1990.

Para el encoré dejaron unos de los momentos cúspide en sus mandamientos metaleros y mientras, por los altavoces aterrizaba “The Hellion”, Faulkner se acercó a cada uno de sus compañeros para verificar que todo estaba a punto, con la señal del pulgar levantado. Es claro que lo han promovido como director musical de la banda y está haciendo su trabajo muy bien. Entonces emanó “Electric Eye”, nos sacude y el duelo entre los solos de Faulkner y Sneap venera a los todopoderosos y omnipresentes K.K. Downing y Glenn Tipton.

“Metal Gods” no podía faltar mientras Rob Halford marcha de extremo a extremo, emulando a los dioses metálicos que se vieron en las pantallas. Con “You´ve Got Another Thing Comin´” y “Living After Midnight” concluyó la cátedra que acalló cualquier duda con respecto a la existencia de una congregación como lo es el festival más grande de rock y metal en América Latina, el Corona Hell & Heaven.

El heavy metal nació de muchas circunstancias accidentales, pero en la práctica y conceptualmente Judas Priest lo ha sublimado hasta llegar a ser la entidad que más de ciento sesenta mil fieles ahí lo veneraron.